Después de 40 años de Constitución algunos no quieren dejar de ver marcado a fuego con el cartel de “fascista” determinados símbolos y actitudes usurpados como propios por el régimen franquista. Actitudes y símbolos que son consustanciales a lo que somos los españoles y que no pertenecen a ningún grupo, sino que hacen patria, palabra que etimológicamente significa “relativo a los padres, a los antepasados”. Parece que eso les produce “rédito”, pónganle el apellido que quieran a ese rédito… Siendo una adolescente tuve ocasión de pasar un 14 de julio en Francia y aun recuerdo la impresión que me causó como se cantó la Marsellesa en una simple verbena antes de comenzar, y como yo, imbuida de ese “espíritu patriótico ajeno”, canté a voz en grito el “que viva España” cuando la orquesta lo tocó. Y es que, como siempre, la educación y el entorno, son determinantes. Y la educación y el entorno en España, hoy por hoy, son desoladores; especialmente cuando los primeros que debieran “defender lo propio” no predican con el ejemplo. Es cuando menos lamentable que al gobierno de nuestro país, en boca de su ministro del interior, le resulte poco conveniente, como defensa de la Guardia Civil y generador de crispación, la reunión de la plataforma España Ciudadana, y otros grupos, en la ciudad navarra de Alsasua; pero no dice ni mu, ni le revuelve las tripas, el hecho de que se paseara desafiante en esa concentración un etarra con al menos 17 muertes a sus espaldas. Eso debe parecerle una maravillosa muestra de arrepentimiento y concordia a un ministro que es la cúspide de la Guardia Civil y Juez de carrera…

Algo marcha muy mal en nuestra democracia cuando los que defienden la legalidad y a los servidores de la ley marchan con miedo y escoltados por la calle y los que han dedicado su vida a infringirla, y han hecho del asesinato su modus vivendi deambulan desafiantes. Que haya que ser valiente para mostrarse español clama al cielo. Que los que gobiernan allí y en Madrid, en vez de ponerse al lado de quien cuenta públicamente haber vivido el horror de un atentado, lo hagan del que los cometió, es una terrible ofensa institucional a la inmensa mayoría de los españoles. Es como si estuviera lastimosamente de moda renegar y/u “ofender lo español”; algunos incluso piensan que es lo que vende, como ver a un chirlache sonarse los mocos con la bandera de España, o negociar los presupuestos generales del estado en prisión con alguien acusado de haber querido dinamitarlo.

Sin duda vivimos uno de los peores momentos de nuestra democracia en el que tenemos que ser testigo de increíbles paradojas fruto del pensamiento de nuestros dirigentes de que los españoles somos tontos del bote… Y en esa línea tenemos que ver a toda una vicepresidenta del gobierno decirnos que una cosa es Pedro Sánchez y otra el presidente del gobierno, para justificar un cambio de opinión injustificable. A veces tengo la sensación de vivir en un régimen muy distinto a una democracia, por la grave perversión que se hace de las reglas del juego político. Y si encima pienso que lo hace un gobierno impuesto, no elegido por nadie y trufado de corrupciones varias, resulta que acabo viéndome en algo parecido a una república bananera, de esas que admiran los socios del gobierno del Psoe. Hemos llegado a niveles nunca vistos de esperpento entre nuestros gobernantes.

En el ámbito local tampoco es edificante leer como un consejero disparata en un comentario de red social, aun cuando sea enervado por una de estas ofensas, y al Psoe local le falta tiempo para pedir su dimisión, pero no la del portavoz del Psoe en el senado que hizo también en redes un comentario gravemente ofensivo para los asistentes al acto de Alsasua. Yo no siento vergüenza de mi país, ni de los símbolos constitucionales que lo representan, que son de todos, incluso de los que reniegan; y no estoy dispuesta a consentir que otros hagan que yo lo sienta. ¡Elijan ustedes, son libres!

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